Con esto no negamos a nuestra patria, la amamos profundamente y amamos los hijos que dentro de ella fueron autóctonos y parte inherente en la misma. Pero con lágrimas de sangre en nuestros ojos se pide que haya igualdad y se reconozcan los derechos indios por ser nativos de esta América tolerante. Muchos de nuestros comuneros han sido borrados con los truenos de la ambición que la población occidental genera. A nadie se le pide que empuñe el arma y reclame por cuenta propia la justicia que ha sido denegada, solo seamos consientes de la realidad que hoy pisamos y seremos consientes de los tropiezos que en el futuro tendremos.
Muchos de nuestros comuneros se han ido integrando en ese gran leviatán de destrucción y muerte, pues los gobiernos ofrecen garantías y nos quieren vincular a sus políticas de supuesta protección, pero no tenemos en cuenta es que nos están quitando la identidad. Nos quieren vincular a la población general, pues no les convienen que reclamemos lo que nos robaron. Por tanta humillación, esclavitud, desigualdad, etc. que hemos padecido, pedimos que no declinemos y que aun con más fuerza y entusiasmo, evocando a los caídos en esta tierra sagrada, sigamos adelante y siempre con el orgullo de ser indígenas y aun, que nuestros hijos sean más indios que nosotros, sino por la sangre aun con el espíritu.